Castillo, presidente

Pedro Castillo, un maestro rural, militante de izquierda, de la región de Cajamarca, es el nuevo presidente de Perú. Ha superado los peores ataques de las derechas que se expresaban por boca de Keiko Fujimori, considerada una política corrupta que no se resignó a perder las elecciones, porque bien sabía que le esperan 30 años de cárcel si los procesos judiciales así lo determinan.

Castillo llega al poder en representación del pueblo empobrecido e históricamente explotado y marginado que, por primera vez, no votó por los candidatos de las élites radicadas en Lima. Es, como si los peruanos, indios y cholos, se habrían despertado tras doscientos años de modorra política a la que les acostumbraron los “blancos”, dueños del país y de su turbulenta historia marcada por las injusticias sociales, la pobreza, las profundas desigualdades. El pueblo peruano es bastante parecido al pueblo ecuatoriano.

No será fácil para Castillo ejercer la Presidencia. Millones de peruanos han sido manipulados con insistentes falsedades, nacidas de interpretaciones de su programa de gobierno calificado de “izquierda radical”. También se ha dicho que un “maestro rural” no está calificado para ser presidente de Perú, pero lo más grave es que los políticos tradicionales y oligarquías han llamado a los cuarteles para que los militares den un golpe de Estado.

Ahora, el “profesor” como le llaman sus seguidores y simpatizantes, tendrá que enfrentarse a una grave crisis económica, sanitaria, social y cultural incrementada por la pandemia y las ambiciones de las derechas que dejan un país en bancarrota moral y política.  Castillo tendrá que revestirse de sabiduría y paciencia para enfrentar a tantas adversidades y odios de clase que han prometido defenestrarlo.