Carta a mi hija

Tienes 9 años y no es fácil explicarte por qué me sentí eufórica tras la noticia de la despenalización del aborto en caso de violación. Me preocupa que pienses que no estoy a favor de la vida, tal y como los detractores de la ley califican a quienes la apoyamos. Creo en la vida. Creo en Dios. Y esa fe me da la sensibilidad para comprender que mi realidad no es la realidad del otro.

Para que me entiendas mejor. Tú llegaste sin planificación. Tu papá y yo no estábamos casados. Sin embargo, fuiste fruto de una relación consentida, de un acto de pasión y respeto. Dos adultos que tenían las facultades para hacerse responsables de sus acciones. ¡Jamás te habría negado tu derecho a la vida! Con o sin ley.

Pero, pensemos en otro escenario. Imaginemos que no tenía 30, sino 14 años y que en una fiesta el chico más apuesto me miraba. Me invitaba a bailar y la pasábamos bien. Me pedía que fuéramos a su automóvil a buscar su chaqueta. Una vez allí se me insinuaba. Me acariciaba sin mi consentimiento. Ante mi resistencia imponía su fuerza. Me levantaba el vestido y me violaba. “Si abres la boca le cuento a todos que eres una zorra”. Imagínate que semanas después, todavía asustada y sin poder contárselo a nadie, me enteraba de que estaba embarazada…

Esta historia ficticia y con tintes de novela negra ‘light’ tiene poco que ver con lo que sufren miles de niñas, adolescentes e incluso mujeres que son ultrajadas por sus propios familiares, compañeros de trabajo o delincuentes. Y no por chicos. ¡Por adultos que les doblan la edad! Esas niñas no son, ni deben ser madres. Menos aún deben ser consideradas criminales si deciden abortar. Esas adolescentes, esas mujeres, merecen decidir sobre su cuerpo, sobre su vida y la vida que le podrían dar al fruto de una violación.

Se me eriza la piel al pensar que puedas encontrarte en esa situación. Pero me da esperanza saber que existirá una legislación que nos protegerá y que no nos condenará por ser mujeres.

@loballesteros