Cárceles y masacres

Las masacres en las cárceles de Guayaquil, Latacunga y Cuenca evidencian la complejidad de un problema que es estructural, histórico y multidimensional. Esta situación expresa que el Estado en sus distintas administraciones gubernamentales no ha resuelto las necesidades más elementales de la mayoría de la población y que una vía alternativa para un segmento importante fue ganarse la vida a costa de todo. La delincuencia se convirtió en una salida y una respuesta. En esto hay de todo: desde el robo de una gallina, pasando por el traslado de droga, hasta delitos como el asesinato, la violación y los de cuello blanco. Lo ideal no es tener más cárceles, sino que cada vez haya menos personas privadas de libertad.

El problema es histórico porque el hacinamiento no es de ahora, tampoco se han implementado programas sostenidos, eficientes y técnicos de rehabilitación social; al contrario, las cárceles se han convertido en centros de perfeccionamiento del delito en sus diversas manifestaciones. Otra vez, el Estado no ha tenido la visión para comprometer los recursos para resolver el problema. No puede haber justificación alguna, en el sentido de que hay experiencias en el manejo de centros de rehabilitación en diversas partes del mundo. Sin embargo, se debe reconocer que en Ecuador los expertos en seguridad son escasos y ven las cosas desde las bibliotecas.

La crisis es multidimensional porque no se puede enfrentar el problema solo con más seguridad dentro y fuera de las cárceles, pues la solución involucra comprender qué está pasando en la sociedad, cuál es la estructura socioeconómica, el funcionamiento del sistema de justicia, las leyes en materia penal, la convivencia ciudadana, la psicología social, la formación de los guías penitenciarios, los programas de rehabilitación deficientes, la voluntad política, la visión de los gobernantes en esta materia, el crimen organizado que se toma la política como ha ocurrido en varios países. La tarea es compleja, lenta y requiere cambiar el abordaje del problema. Si se enfrenta la crisis como siempre, el problema seguirá como siempre.