¡Capitalismo desbocado!

Larga, rica y venturosa es la historia de las vacunas. Desde la primera, contra la viruela, creada por Edward Jenner, en 1796, pasando por Louis Pasteur contra la rabia, en 1885, hasta la actualidad cuando, según la Organización Mundial de la Salud, se puede prevenir o controlar veinticinco infecciones.

El año 2020, a pesar de continuas advertencias sobre la inminente amenaza de una pandemia, la humanidad fue sorprendida por la mortal enfermedad del coronavirus que puso en jaque a los Estados, a la vez que enriquece, como nunca antes, a empresas farmacéuticas. Hasta septiembre de 2020, Pfizer y la alemana Merck lograron USD 20 mil millones de ganancias, mientras que 15 laboratorios norteamericanos generaron USD 121 mil 224 millones en valor de mercado.

Lo condenable es que existan empresas que intenten abusar de estas trágicas circunstancias, imponiendo cláusulas lesivas en los acuerdos y contratos firmados con países latinoamericanos. Según The Bureau of Investigative Journalism de Londres y Ojo Público de Perú, Argentina y Brasil no habrían aceptado firmar los contratos con Pfizer por considerar que las exigencias afectaban a sus soberanías y eran contrarias a las normas constitucionales. La compañía habría pretendido que el Estado se haga responsable ante demandas económicas por problemas relacionados con la vacuna, incluidos sus posibles errores de negligencia, y que pongan sus bienes soberanos como garantía.

Según el mencionado informe, Perú asumió totalmente cualquier reclamo o demanda por los posibles efectos adversos de la vacuna, aunque fuesen derivados de retrasos de la empresa en cumplir con los plazos estipulados. Además, aceptó la impuesta confidencialidad de los contratos y, de existir controversias, llevarlas a un tribunal internacional en Nueva York, sede de Pfizer.

La vacunación contra el Covid presenta un complejo dilema, derivado de una verdadera batalla global por las dosis: “los países aceptan las condiciones o muere la gente”. El gobierno ecuatoriano debe transparentar la información, cerrando el paso a especulaciones que son entendibles en tiempos de incertidumbre y corrupción.