Cabos sueltos

Es una obscenidad política que el correísmo pretenda instalarse en la presidencia o en alguna comisión de la Asamblea para evitar la rendición de cuentas y la devolución de lo robado durante los dos últimos gobiernos.

La concentración de poder del hiper presidencialismo del correato funcionó como monarquía y requiere cambios precisos legislativos y educativos para volver a un verdadero sistema democrático.

En Quito nos sentimos ciudadanos inermes frente a una Alcaldía y Prefectura que sostienen al crimen organizado y los índices de inseguridad que, dolorosamente junto a la pandemia, aniquilan la reactivación económica. ¿Cómo puede ser que el pago de impuestos se destine a mantener un Metro paralizado o que se incremente la tarifa de pasajes interprovinciales cuando no hay pasajeros para el uso del transporte público?

¿Por qué esperar el relato del reo, ex vicepresidente Jorge Glas, para atar cabos sueltos en los desfalcos realizados en Petroecuador o ese planeamiento de un terreno para una refinería en Manabí usada como aeropuerto para el narcotráfico? ¿Cuál es el miedo?

De hecho, no es posible negociar con una red de corruptos. Tampoco colocarlos en el gabinete del nuevo gobierno de Guillermo Lasso; menos indultar o amnistiar a Rafael Correa y su banda criminal porque sus acciones y registro de pruebas judiciales los delatan. Al contrario, el éxito político sería acabar con la impunidad y llenar la cárcel con los delincuentes que estafaron y despilfarraron los fondos que le pertenecen a millones de pobres. O, al menos, lograr cubrir algo del endeudamiento con China recuperando el dinero robado. Ninguna inestabilidad política, de lo que se trata es de cambiar jueces, fiscales, docentes y esa burocracia corrupta que cooptaron el Estado.

¿Y el asunto sobre ganar en elecciones? Pues, en este momento hay una luna de miel entre la ciudadanía y las élites por la búsqueda de equidad y derechos humanos que puede resultar mermelada para el gobierno entrante pero que tiene corta duración y alto riesgo  de disenso. Cualquier convocatoria a la unidad nacional puede resultar sospechosa después de un largo período de fraccionamiento y polaridad. De ahí, la riqueza comunicativa que se oculta tras las redes sociales que buscan desmentir cada posverdad correísta y todo ese lenguaje lleno de eufemismos que disfrazó al crimen organizado engendrado en un mal llamado ‘socialismo del siglo XXI’.

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