Bucha

Toda guerra es cruel, por más justa y necesaria que sea. La primera víctima es la verdad porque los hechos pueden ser manipulados, falseados, pervertidos, para satisfacer los intereses de los contendientes y para, con mentiras técnica y científicamente elaboradas, crear odios o solidaridades, simpatías o enemistades. Un caso reciente ocurrió en Ucrania, en la ciudad de Bucha, donde a lo largo de una calle aparecieron hombres y mujeres muertos que fueron objeto de millares de fotos y videos para señalar a un culpable: Rusia.

Lógicamente, el Ministerio de Defensa de Rusia negó cualquier responsabilidad en esos crímenes e insinuó que los cuerpos habían sido colocados en las calles luego de que “todas las unidades rusas se retiraron por completo de Bucha” el 30 de marzo. Afirmó que las imágenes eran “otro engaño” y convocaron a una reunión de emergencia del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas para discutir lo que calificó de “provocaciones de radicales ucranianos”.

Según el Ministerio de Defensa de Rusia, fue una «escenificación» creada «para los medios de comunicación occidentales». Afirmó que, mientras Bucha estaba bajo el control de los militares rusos, los residentes locales no sufrieron ningún tipo de violencia. Se conoce que los nazis ucranianos crearon el Batallón Azov que se dedicó a matar a hombres, mujeres y niños en la región de Donbás. Igualmente habrían cometido atrocidades en otras ciudades y suelen grabar en video las destrucciones y muertos para entregarlos a medios de comunicación occidentales.

¿En dónde está la verdad? ¿A quiénes les importa y favorecen las falsedades y la propaganda? La guerra debe detenerse porque, inclusive, la verdad podría ser una obra de la paz que tanto ansía la humanidad, para evitar la muerte y alcanzar el desarrollo.