Bienvenido 2022

PACO MONCAYO

Metafóricamente, la vida de un año es corta. Dura apenas 365 días. En el primero se lo viste como un niño de cuna y en el último se lo ubica, ya anciano, en un sitio visible para exhibirlo y poderlo quemar. Un triste final, para ese lapso fugaz que mide la transitoriedad de la vida de los seres humanos y que deja su impronta en la vida de personas, familias y de toda la humanidad. Cómo olvidar, por ejemplo, el año 1989, y la revuelta popular en Berlín Oriental que derribó el muro que dividía la ciudad, anunciando el final del mundo bipolar; o 1991, cuando el colapso de la Unión Soviética, un imperio cuyos fundadores pensaron que duraría siglos, desnudó el monumental fraude de un sistema autoritario y brutal.

En el caso ecuatoriano, es importante analizar esas cadenas causales que permiten entender acontecimientos que podrían parecer fruto de algún designio maléfico o de la casualidad. El 2019, por ejemplo, será recordado como el año de la barbarie, del patrimonio de la humanidad brutalmente atacado y destruido, de las fuentes de agua contaminadas, de las empresas asaltadas y del fruto del trabajo honesto incinerado; de policías y militares secuestrados, de servidoras públicas agredidas sexualmente, de periodistas apaleados; y detrás de todo ello, el intento de tomar el control del aparato del Estado para interrumpir procesos judiciales y dejar impune a la corrupción.

El 2020 pasará a la historia, en cambio, como un año de espanto y horror. Familias enteras victimadas por un virus implacable; la muerte ensañada contra una especie humana asombrada de su propia fragilidad; economías destruidas, empleos perdidos, pobreza en incremento y, en esos momentos de dura prueba, un déficit generalizado de liderazgo en todo campo y nivel, culpable primario, de tragedias que pudieron evitar. Solamente la ciencia, con su reacción pronta y eficaz, luce magnífica en medio de un desastre general

Estamos terminando el 2021, año de luces y sombras, de espacios democráticos recuperados e incertidumbre en la economía nacional, que merecerá una reflexión particular. Hasta entonces, hagamos votos por un año 2022 de recuperación, solidaridad y cohesión nacional.