Besó el anillo

Con el aumento del salario mínimo, el presidente Guillermo Lasso acaba de consumar su traición; se convierte así en un digno representante de la tradición presidencial ecuatoriana reciente. El expresidente Rafael Correa le dio la espalda a la izquierda que lo incubó y a la que afirmaba pertenecer, y el expresidente Lenín Moreno consagró su mandato a perseguir a quienes lo llevaron al poder; ahora, el presidente Guillermo Lasso, a vez, demuestra que llegó al poder con la bandera del anticorreísmo solo para terminar haciendo cosas que no se podían esperar de él, pero sí de Rafael Correa.

Las claudicaciones que ha venido haciendo el presidente Lasso resultaban comprensibles por una cuestión de gobernabilidad y de preservación del orden, pero lo que ha hecho con el salario mínimo resulta indefendible. Tanto él como su equipo, que de finanzas y economía sí saben, entienden muy bien el tremendo daño que le acaban de infligir al sector privado y a los ecuatorianos desempleados, y de la irresponsabilidad que es imponerle a un país que no tiene moneda propia una obligación irrevocable de ese tipo en un contexto de deflación, de crecimiento insignificantes desde hace varios años y de posible apreciación del dólar. ¿Por qué lo hicieron? No por sentimentalismo —alguien que ha trabajado en banca no es propenso a eso—, ni por intereses oscuros, sino por puro cálculo político cortoplacista; una más de esas decisiones que los políticos vanidosos y asustadizos toman, a sabiendas de que están mal, al abrigo de mediciones seudocientíficas de ‘opinión’ y del consejo de asesores amorales.

El presidente Lasso ya se encariñó, ahora que lo conduce él, con ese Estado engendrado en Montecristi que heredó del correísmo. Por eso, ni siquiera menciona una Asamblea Constituyente. Desgraciadamente, esa maquinaria está diseñada para que solo alguien como Correa pueda administrarla; si el presidente insiste en hacerlo, solo será, en el mejor de los casos, una mala copia con fecha de caducidad del caudillo y, en el peor, un desastre como Moreno.

Lasso acaba de besar el anillo de un sistema que es garantía perenne de pobreza para sus compatriotas menos afortunados y de poder para los políticos— como él—. 

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