Banalización en campaña

La mala imagen de los líderes se generalizó por la crisis de la democracia representativa. Por eso la frecuencia de las protestas y la ingobernabilidad. Colabora con esto la mala imagen de los congresos, los partidos, los sindicatos, las organizaciones empresariales, los medios de comunicación, la Justicia y la mayoría de las instituciones.

Se dijo siempre que, para ganar, un candidato debía tener el doble de opiniones positivas que negativas. Hoy la mayoría de los que ganan tiene mala imagen. Suelen pedir el voto alegando que el otro es peor. Biden y Trump, Macri y Fernández en Argentina, Fujimori y Castillo en Perú, entre otros, tuvieron imágenes negativas y pasaron a la segunda vuelta.

Existe una discusión sobre las motivaciones del voto de los electores y los mejores instrumentos para comunicarse con ellos. Han avanzado las ciencias del comportamiento humano y han perdido terreno las interpretaciones pavlovianas de las elecciones. No es cierto que la gente reacciona mecánicamente frente a estímulos primarios. No es cuestión de gritarle “vacuna” o “más subsidio” y vota.

Malcolm Gladwell, quien ha escrito textos inteligentes al respecto, dice que hay que “lograr que las personas tomen en serio la psicología humana y respeten la complejidad del comportamiento y las motivaciones humanas”. Parte de una perspectiva que supera los paradigmas de la historia, la ciencia política y la psicología, pensando los problemas desde una visión holística, propia de la sociedad posmoderna.

Su texto ‘Small Change, why the revolution will not be tweeted’ provocó una rica discusión acerca del uso y abuso de la red en las campañas electorales. Hay elementos que pueden ser usados cuando se cuenta con una buena estrategia, pero no pueden reemplazar a la política. La banalización puede llevar a que sus protagonistas se conviertan en payasos y no en buenos comunicadores. Ya pasó con un candidato ecuatoriano que no llegó al 1%.

* Profesor de la GWU, miembro del Club Político Argentino.

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