Aquí y ahora

Rodrigo Contero Peñafiel
Rodrigo Contero Peñafiel

El ser humano se identifica a sí mismo a través de sus ideas y pensamientos, que no dejan de ser frágiles y temporales. Si cada persona quiere definirse a sí misma debe salir de las arenas movedizas en las que camina, para decir su verdad y evitar desconectarse de su esencia y su presente. Las emociones son fenómenos temporales que intervienen en la conducta y el pensamiento, siempre y cuando las personas permitan de alguna manera que su personalidad pueda distinguirse.

Muchas veces podemos dudar de quiénes somos, por no saber identificarnos con nuestras actitudes, nuestra manera de ser o nuestra personalidad, lo que nos impide ocupar un rol en la sociedad. Ser uno mismo es ser una persona en el tiempo y el espacio, es decir, aquí y ahora. Los seres humanos mantenemos un permanente diálogo en nuestro cerebro; es importante concentrarnos en lo que estamos haciendo, la mente muchas veces tiende a divagar y es preciso razonar lo que se hace para estar en el presente, pensando en el futuro.

No podemos vivir solo de ilusiones y fantasías; el cerebro funciona de acuerdo con la experiencia adquirida, piensa en lo realizado con anterioridad y lo lleva a la práctica. Proceder con la rutina de todos los días, cumplir órdenes o repetir los hábitos sin razonar aparta del presente a cualquier persona. Si en determinado momento existe la necesidad de tomar una decisión, hay que decidir en base al conocimiento y la experiencia para no actuar de manera impulsiva.

Una persona que razona es consciente de sus actos y trabaja para alcanzar objetivos comunes. La mente humana es capaz de pensar, sentir y actuar con habilidad y se apoya en el conocimiento y la razón de manera inteligente. El cerebro no es un mero depósito de información; la comunicación se crea en base a la comprensión que cada quien tiene de su entorno. Si no se actúa con sensatez se engañan a sí mismos y a los demás.

El escenario político que vivimos es el mejor ejemplo de ilusión, fantasía y falsedad. No se puede seguir protegiendo hechos vergonzosos del pasado para ocultar la corrupción; aquí y ahora se solucionan los problemas. No se puede ser cómplice de la destrucción de la democracia.