Apretando el timón

Lo que sucedió en la Asamblea Nacional, al no aprobarse la Ley de Atracción de Inversiones y la iracunda reacción del presidente Lasso ante el suceso, muestra a las claras la crisis política que pasamos, en la que se viven entre fuegos cruzados e intereses politiqueros, totalmente lejanos a las aspiraciones de la ciudadanía, tan necesitada de una vida digna.

En algún momento, muchos pensamos que la pandemia nos haría mejores seres humanos, un poco más solidarios y responsables del entorno y de los demás; pero no, seguimos siendo los mismos y en los desafueros políticos solamente aparecen las mezquindades humanas en y desde cualquier bando político.

Lo grave es que el ecuatoriano común sigue necesitado, no tiene trabajo, los jóvenes graduados no pueden insertarse en el mercado laboral, la educación sigue en soletas, entre otras cosas porque los maestros son los peores pagados; enfermarse es cosa mayor si nos quedamos en las manos de la atención pública, hay especulación en la comercialización de alimentos y es tierra de nadie la producción agrícola y pecuaria; no hay precios oficiales de producción y suben los costos de los insumos a discreción y sin control de ninguna autoridad.

Bien decía la mexicana Lina Zerón, en su poema titulado “Un gran país”: “Vivo en un país tan grande que todo queda lejos: la educación, la comida, la vivienda. Tan extenso es mi país que la justicia no alcanza para todos…”. Este pensamiento se aplica con mucha certeza a la vida ecuatoriana y latinoamericana, en la que la política es un evento desagradable, que paralelamente existe como una novedad más de las noticias, mientras el pueblo se las ve amargo en la lucha por la sobrevivencia.

En este panorama caótico en el que estamos, el presidente tendrá que usar inteligentemente alguna estrategia que le permita reivindicar su posición de conductor del país por el bien de las mayorías, que tanto necesitan, de lo contrario estamos destinados al abismo.

Es un imperativo del momento sentir que hay alguna dirección, que un timón está funcionando hacia algún destino, porque el avatar político funciona repetitivamente por centurias: el poder va de lo que se llama derecha a lo que se llama izquierda y, hoy por hoy, en este momento de poca evidencia en mejoras, los “correistas” peligrosamente ya reivindican el nombre de su líder, como una especie de redentor, ante el que la memoria pierde sentido y se vuelve hueca.

Lasso tiene el deber de gobernar firmemente por todos y pensando en las condiciones humanamente justas, al margen de los intereses financieros de las firmas bancarias, de los negocios crediticios; en fin, de los politiqueros corruptos y tomar las medidas que aún  no se ven, en pos del país entero.