Apenas una tregua

El cambio de lealtades que protagonizó el presidente Lenín Moreno fue uno de esos hechos determinantes que nadie alcanza a prever. Cuando se produjo, gran parte de los políticos profesionales y de la opinión pública cometió el error de creer, prematuramente, que el giro del mandatario bastó para solucionar los problemas de la envenenada coyuntura política de entonces y pasar la página. No fue así. Hoy estamos igual de divididos, crispados y ensañados; lo único que Moreno logró fue postergar los temas espinosos lo suficiente como para que sea otro quien tenga que hacerse cargo.

Una diferencia fundamental con 2017, dentro de todo, es que ahora el bando del expresidente Rafael Correa también ha sufrido. Ya no son los abusivos invictos de antes, sino que también tienen cicatrices, pérdidas y derrotas que exhibir. Tal y como sucede cuando un deportista sufre una falta o un golpe bajo, la ilegitimidad del golpe no hace que sea menos dañino; todas esas heridas solo contribuyen a agudizar, aun más, al frenesí paranoico y revanchista del correísmo. Sin embargo, el mismo problema acuciante de las elecciones pasadas está ahí: ¿qué hacer con la bomba de tiempo económica que dejaron montada? Las circunstancias que ellos mismos crearon los condenan, para poder mantener la horrorosa república que erigieron a flote, a tener que dar por terminada la pacífica convivencia que mantuvieron con los grandes grupos económicos, un cambio de implicaciones descomunales del que los ecuatorianos creímos que nos habíamos salvado.

El grupo del candidato Guillermo Lasso tiene que enfrentar un perturbador fantasma que en 2017 creyeron ingenuamente que habían superado gracias a las maniobras del régimen de Moreno: la fuerza de las ideas de izquierda y la popularidad de Rafael Correa. El liberalismo ecuatoriano se niega a reconocer su condición minoritaria, la rabiosa aversión que despierta entre la mayoría de la población y su imposibilidad de existir dentro del asfixiante marco socialistoide de la Constitución de Montecristi. Algo tendrá que hacer ante ello, por más que no quiera.

Estos últimos cuatro años fueron apenas una tregua, un tiempo comprado a altísimo costo.