Ana Changuín
Esta semana tuve el privilegio de participar en un encuentro con expertos en Educación
Superior en Línea de Iberoamérica, donde se abordó el impacto de tecnologías emergentes como la Inteligencia Artificial (IA), el blockchain y la ciberseguridad. Los paradigmas de la IA van desde su rol en la gestión y el empoderamiento docente hasta su capacidad de personalizar el aprendizaje y evaluar resultados con mayor precisión. Además, se destacó su potencial para desarrollar competencias esenciales en la era digital, asegurando que nadie quede excluido de esta revolución educativa.
En casos concretos, la IA tiene el potencial de transformar tanto la enseñanza como la gestión universitaria, enriqueciendo la experiencia educativa y optimizando procesos internos. En el ámbito académico, la IA podría analizar las interacciones digitales de los estudiantes para identificar niveles de motivación o estrés, ajustando de forma personalizada el contenido y el ritmo de aprendizaje. A nivel institucional, podría mejorar la eficiencia en la inscripción de cursos, la asignación de recursos y la detección temprana de estudiantes en riesgo de deserción, además de automatizar tareas repetitivas como la corrección de exámenes, permitiendo que los docentes se enfoquen en actividades de mayor impacto educativo.
En Ecuador, un país donde persisten significativas disparidades en infraestructura y conectividad, la IA podría mejorar el acceso a recursos educativos, especialmente para
estudiantes en zonas rurales o con limitaciones socioeconómicas. Según el censo de 2022, el acceso a internet muestra una brecha notable: mientras en áreas urbanas alcanza el 78,5%, en las rurales es solo del 50,5%. Esta desigualdad limita oportunidades y resalta la necesidad de políticas que promuevan una conectividad más equitativa en todo el país, para que la IA pueda realmente cumplir su función inclusiva. Es fundamental que el país invierta en infraestructura digital, no solo para cerrar esta brecha, sino también para asegurar que todos los estudiantes puedan beneficiarse del potencial transformador de estas tecnologías.
Por otro lado, existen implicaciones éticas del uso de la IA y otras tecnologías, aplicándolas con una perspectiva inclusiva que evite perpetuar estereotipos o
desigualdades. Las mujeres, las personas con discapacidad y otros grupos vulnerables no deben ser excluidos de su uso y aprovechamiento. Estas tecnologías deben promover la equidad, garantizando que todos, independientemente del género o situación socioeconómica, tengan acceso igualitario a sus beneficios y oportunidades.
Adoptar la innovación digital y fomentar la colaboración entre sectores garantizará que la transformación digital sea un verdadero motor de crecimiento en América Latina. Ecuador y nuestro sistema educativo no pueden quedarse al margen de este proceso.