Ana Changuín
El 15 de septiembre se celebró el Día Internacional de la Democracia, una fecha establecida por la Asamblea General de las Naciones Unidas para recordar que la democracia es un valor universal. La fecha recuerda que la democracia está basada en la voluntad de los pueblos libremente expresada para decidir su sistema político, económico, social y cultural, y en todos los aspectos de la vida. Pero, en Ecuador, ¿gozamos realmente de una democracia genuina o nos hemos resignado a una versión reducida?
Informes como los de Latinobarómetro, Freedom House, el Índice de Democracia de The Economist Intelligence Unit o el Índice de Desarrollo Democrático de América Latina evalúan la calidad de las democracias bajo criterios que incluyen las libertades civiles de expresión, reunión y organización sin temor; la realización de elecciones justas con pluralidad de partidos; un gobierno transparente con independencia judicial y la participación efectiva de todos los grupos sociales en la toma de decisiones.
Ecuador muestra ciertos avances y sensibles deficiencias. Si bien mantuvimos procesos electorales relativamente estables, los informes internacionales nos ubican muy abajo y resaltan problemas persistentes como la falta de independencia judicial, la corrupción y varias restricciones a las libertades civiles.
Pero la democracia no se mide únicamente por el voto o la alternancia en el poder, sino por la calidad de las instituciones, el respeto a los derechos humanos y la participación ciudadana en todas sus formas.
El 15 de septiembre nos muestra que la democracia no es un estado que se alcanza y se celebra; es un proceso que se construye todos los días, con elecciones limpias, con cada acto de justicia y transparencia, y con la participación real de la ciudadanía. Depende de nosotros, de nuestra responsabilidad colectiva, transformar esas promesas de democracia en realidades, donde cada ciudadano se sienta representado y pueda contribuir al modelo de país que aspiramos. La democracia se construye en cada elección, sí, pero sobre todo, se construye en el compromiso cotidiano de cada uno de nosotros.