Alcaldía siamés y corrupta

No hay autoridades en Quito. No hay consensos sobre la destitución de Jorge Yunda y sus secuaces. Mediocridad y estafa pública combinada con la innovación de la corrupción durante la pandemia. Para muchos el peor alcalde de la historia: perversidad institucionalizada que anula el sentido de quiteñidad y civismo. Una ciudad milenaria pisoteada por el mal manejo de sus administradores y la confabulación de jueces y políticos corruptos. Un monumento a la inmoralidad en una ciudad en el abandono.

El anuncio de salida a las calles el próximo 10 de agosto responde al caos del momento y la política de la amenaza. Dos alcaldes: uno con grillete al pie por sus deudas con la justicia, Yunda a la espera de reciclar su círculo de poder con respaldo del correísmo destructivo que busca eternizarse en aparato urbano de la burocracia. El otro, Santiago Guarderas, posesionado para 12 días con poca capacidad de convocatoria y escasa gestión política. La incógnita de todos: una Corte Constitucional que tendría que zanjar una maraña jurídica con demora para que se acabe con la inercia municipal.

Nunca antes Quito cayó en un vacío e impotencia social que transforma la urbe en  tierra de nadie. En un centro colonial, patrimonio de la humanidad, cercado por vallas metálicas asestado por la delincuencia. Sin una propuesta coherente de reactivación económica por meses ni generación de empleo; con un Metro paralizado como obra desperdiciada en lucro cesante. El uso y gestión del suelo a la deriva y el sistema de transporte con rumbo incierto. Un tosco escenario de quienes elegimos, para nuestra mala suerte, un territorio para la maleza en vez de la siembra.

Esperemos que pase la oscuridad con el ejemplo del “grito de independencia” para que se ilumine una luz al final del túnel que nos devuelva la esperanza y la responsabilidad regrese a cada ciudadano. En poco tiempo tenemos que recuperar el tiempo perdido y reconstruir un porvenir optimista y la condición renovada del quiteñismo. Y, recuperar el derecho de vivir en Quito, trabajar con dignidad, elegir autoridades patriotas y pagar impuestos sin estafas. Basta de la aversión de un alcalde siameses.

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