Agonía de democracias

Agonía es lucha, no muerte. Las democracias occidentales se defienden para no sucumbir. Hasta Estados Unidos sufrió los embates de un descontrolado populista como Trump. Cuba, Venezuela, Nicaragua, Bolivia, que han caído en manos de engañosos populistas, luchan, por lo menos sus pueblos, para recuperar sus libertades, aunque sus gobernantes apoderados del poder, mediante la represión hasta el crimen, no lo quieren entregar. Simulan elecciones, pero la verdad es que sus habitantes huyen de esos países (nadie huye de donde es feliz) o sufren hambre, olvido y  desesperanza. Desde luego, el sistema democrático no es perfecto, pero es perfectible. El totalitarismo, sea comunista, fascista o de ultraderecha, ha resultado negativo. Lo confirma historia. Pocos desubicados extrañan a Hitler, Stalin, Mussolini, Castro, Pinochet, Trujillo y Somoza.

México es un ejemplo de que no hay que confiar en el populismo. López Obrador, en forma paulatina, ha embobado al pueblo, pese a que se sabía que el socialismo del siglo XXI, con cualquier nombre, es nefasto. Quiere quedarse mediante argucias jurídicas. Le vale el Grito de Dolores y lo de “democracia efectiva y no reelección”, pilares de esa Nación, asustada por la violencia que impera y las malas amistades de AMLO.

La democracia argentina patalea. Una gran nación que debería estar entre las primeras del mundo, por su riqueza y potencialidad, vive de un cadáver populista y de sus aprovechadores, de lo que exigìa Perón: “Al enemigo ni justicia”. La patria de Sarmiento, Borges, Sábato, Cortázar, Gardel, ahora apenas produce Cristinas, Fernández y nostalgias.

Quisiera estar equivocado, pero a Chile le vienen horas amargas. El ser joven, comunista idealista, agitador estudiantil, e inexperto político, no son garantías de que un país que estaba en marcha siga adelante. Pronto una nueva Constitución establecerá un super Estado. El pueblo no quiere eso, sino prosperidad y justicia, pero las palabras de Podemos, asesores chavistas e iluminados justicieros, hasta ayer vandálicos, no repartirán riquezas —que no hay—, ni liderarán una izquierda constructiva.