Aferrado a la silla

Salvatore Foti

Después de leer y escuchar muchas voces que defienden al actual presidente Guillermo Lasso, no nos queda, a los que auspiciamos una pronta salida democrática a la grave crisis que enfrenta el país, sino entender qué más se necesita para empezar a contemplar la destitución.

El país se cae a pedazos y está sangrando a causa de la criminalidad que azota a todos los ciudadanos. Hoy en día nos asaltan, hay secuestros y ‘vacunas’, mientras que la Policía, no obstante los anuncios, sigue sin recursos básicos para luchar contra la criminalidad. Es más, los mismos policías y hasta los militares han sido víctimas de las bandas delictivas y de los sicarios. En otros ámbitos sociales, el Estado también ha fracasado y no hay institución que podamos definir como sana y eficiente dentro del panorama nacional. Basta con pensar en lo que ocurre en el Registro Civil o en las estructuras hospitalarias, donde falta de todo y la gente lucha por su vida; un desastre a todo nivel que no entiendo cómo puede ser tolerado por quienes deberían exigirle mucho más al actual mandatario.

Es legítimo que la mayoría de la gente ya se haya cansado de este Gobierno, que no solamente no hace nada para mejorar las cosas, sino que se obstina en contarnos una realidad y unos logros que hasta el papel ya se reniega a aguantar. Lasso le ha fallado a la población y por esto, en lugar de aferrarse al sillón, debe asumir su derrota electoral y aceptar su falta de gestión de políticas públicas. Después de esto, puede ir a muerte cruzada, tal como lo ha dicho muchas veces, y darle al país tres grandes regalos: mandar la Asamblea a su casa, demostrar su gran talento al gobernar por decreto y permitirle al pueblo volver a votar antes de que el país deje de existir, porque así de mal andamos.

Y, por último, podría volverse a postular. Lo que no se puede hacer y que no va a ser tolerado para la mayoría es seguir así, sin rumbo ni capacidad de respuesta frente a los graves dilemas del país que hoy, paradójicamente, ve cómo la Asamblea podría volverse la solución a todos los problemas si es que la Corte Constitucional da paso al juicio político al primer mandatario.