Activismo violento

Con motivo de los 200 años de fundación de la Universidad de Antioquia, que tiene su principal campus en Medellín, Gabriel García Márquez preparó un discurso que fue leído el 18 de mayo de 2003.

 El Premio Nobel colombiano, a la vez que evocó a su patria querida y lejana, hizo puntualizaciones certeras en torno a la violencia, un mal de poderosas conexiones que gravita, hasta hoy, en la atmósfera del hermano país: “29 guerras civiles y tres golpes de cuartel, su caldo social que pareciera previsto por el diablo para las desgracias de hoy, se descentralizó a la fuerza por la violencia histórica, pero aún puede reintegrarse a su propia grandeza por obra y gracia de sus desgracias”.

Su voz fue conciliadora y edificante, cuando exhortó: “Una ocasión propicia, la presente, para empezar otra vez por el principio y amar como nunca al país que tenemos para que nos merezca”.

No se le ha hecho caso a “Gabo” y a tantos otros pensadores que buscan la concordia y el desarrollo; incluso la virulencia armada prosigue con saldos lamentables al máximo. En estos días, las convulsiones sociales llevan ya más de un mes con enfrentamientos en las calles y los consiguientes actos vandálicos. Si se quiere protestar, ¿será necesario emplear las herramientas del caos, manipuladas por consignas transnacionales?

En nuestro medio y cuando no transcurría aún ni siquiera una semana de la posesión del nuevo Presidente de la República, un dirigente indígena que participó en los actos de octubre de 2019 que ocasionaron serios destrozos en Quito ha expresado que se está reuniendo a los habitantes de las comunas campesinas para movilizaciones el venidero 11 de junio. Con activismo de esta índole, que se convoca no para orar, ¿se podrá ayudar a que la crisis que atraviesa nuestro país pronto pueda ser superada?