A ritmo de bajo

En Marsella el alcalde de la ciudad quiere reelegirse y tiene todo calculado con las grandes empresas portuarias que financian su campaña. Su esposa es ejecutante del violoncelo y durante la campaña vuelve a tocar en espacios medidamente programados para que sean efectos visuales y culturales para la imagen del esposo. Todo va bien…

Pero en el seno de la familia perfecta del político, su hija desentona. No porque no se lleve bien con su padre, ni porque sea diferente a todo lo que se muestra en una familia tradicional. Desentona porque ella tiene un gran conflicto: la ética.

La hija del alcalde vive entre la ética de su profesión y el cariño y la lealtad a su familia. Perdón, pero no les comenté que la hija del alcalde, protagonizado por Gerard De Pardieu, como el alcalde corrupto que se quiere reelegir, es periodista de investigación y está detrás de los contratos urbanísticos en el puerto.

Detrás de ese alcalde está el enlace, quien realmente gobierna la ciudad, que es quien quiere la caída del alcalde para tener el poder completo, y quien al final seduce a la hija del alcalde y se queda con la candidatura. Una buena trama de intereses, política y lealtades familiares y trabajo ético profesional; todo mezclado para que la serie sea uno de los mejores thrillers políticos.

Pero la realidad gana a toda la producción de seriados audiovisuales, nos rebasa en los dilemas éticos y mantiene las lealtades intactas, sin saber quiénes son los contactos, o mejor dicho, se sabe de ellos, pero son intocables, porque en las series de ficción, los finales tienen justicia poética o, bien, muestran que aunque ganen los malos, su camino es empedrado, lodoso y sinuoso, en el cual de a poco se van quedando solos, aunque sea en el poder.

Como en Marsella, tenemos las condiciones argumentales para montar una serie radial en la cual se note el conflicto familiar, pero sin los problemas éticos de descubrir corruptos, sino de competir sobre quién es el mejor bajista en la escena populista.