Después de la decisión del Concejo Metropolitano, Yunda puede acogerse a la remoción, pedir la revisión del proceso o presentar una acción de protección. Son las opciones iniciales que le quedan tras la aprobación de su remoción de la Alcaldía de Quito.
Otra alternativa para Yunda sería acudir a la Corte Constitucional y aun a las instancias internacionales, como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, Desde luego que la defensa del burgomaestre, en proceso de defenestración, pensará también en la reparación económica.
Mientras esto ocurre, ¿qué pasa con la ciudad y su administración? La urbe debe seguir funcionando, produciendo y a la espera de que los múltiples servicios municipales no se detengan en detrimento de la calidad de vida de sus ciudadanos.
Lo cierto es que los vicios morales y la corrupción nos han llevado hasta estos amargos momentos que, aunque lamentables, son necesarios en bien de la honra de la capital. Hay que esperar que los concejales tomen lo vivido como una lección de vida que les tenga siempre alertas de que sus actos nunca deben reñirse con la moral ni las buenas costumbres.
La ciudad de Quito necesita restablecer cuanto antes el orden en su alcaldía. Quien suceda a Yunda tendrá que llegar bien aseado, dado un buen baño de ética, porque estará en la mira de toda la nación. No solamente es obra del buen comportamiento, sino de las decisiones valientes y acertadas para cortar los vicios de las diferentes gerencias y entidades metropolitanas, de los mandos medios y aun de los funcionarios que incógnitamente tienen uñas largas y malos hábitos.
La tarea del Concejo Metropolitano rebasa la ostentación de sus altos cargos y obliga a cada uno de los ediles a comprometerse personal y públicamente con la ciudad. Esto significa que hay que dedicarse tanto a instruirse, desde lo mínimo, en la historia y cultura de la ciudad, en el uso adecuado del idioma, en sus modales y, fundamentalmente, en el ejercicio de sus funciones públicas con proyectos sensatos y necesarios para Quito, en la fiscalización de todas las obra para que las cosas sean dignas y amparadas por la ética.
Los concejales que ahora se rasgan las vestiduras hablando de moral, de buen nombre, hasta los correistas, que con honrosas excepciones gozan de tanta mala fama, ahora tendrán que aprender a portarse bien, con decoro y honestidad, sino la ciudad se desbordará en cualquier momento exigiendo también sus cabezas.