A Ortega solo le falta pelearse con Rosario Murillo

Ugo Stornaiolo

Desde 2018 Ortega reprime estudiantes, persigue empresarios, las ONG están proscritas, líderes políticos encarcelados y exiliados, a los periodistas les cerró periódicos, a los intelectuales les quitó la nacionalidad. Expulsó a la embajadora de la Unión Europea (UE), rompió relaciones con Países Bajos; vetó el ingreso del embajador de EE. UU. e insultó al subsecretario de Estado; arremetió contra el presidente chileno Boric, por pedir en la ONU la liberación de presos políticos, se peleó con el embajador de Brasil y quiere romper relaciones diplomáticas con la Santa Sede.

Reaccionó el papa Francisco: “es como las dictaduras comunistas o hitlerianas, grosera″. En Managua hay un obispo condenado por ‘traición a la patria’. Se expulsó monjas, se prohibió actos religiosos y se cerró instituciones católicas. La muerte del cardenal Obando y Bravo fue para el régimen el último intento de acercarse al clero. Y, como al resto de la sociedad civil, Ortega le declaró la guerra.

Solo falta que pelee con su esposa, vicepresidenta y santera, Rosario Murillo. Pero, no pasará, porque ella mueve los hilos en la otrora tierra de otro autócrata, Anastasio Somoza -y su dinastía-. Su hermano, Humberto Ortega (del que está alejado) declara: “si Daniel no rectifica, se va a aislar y le va a ser difícil gobernar”

Para Joaquín Hernández “la dictadura de Daniel Ortega y de su pareja Rosario Murillo -Lady Macbeth en versión centroamericana-, en su afán de convertirse en poder absoluto, en 2018, con la consigna ‘Vamos con todo’, haciendo que sus fuerzas de seguridad asesinasen entre abril y septiembre de ese año a más de 355 personas, es simplemente estremecedor e intolerable”.

La revolución de los ‘compas’ de 1979 (Violeta de Chamorro, Ernesto Cardenal, Sergio Ramírez, el canto de Carlos Mejía Godoy y los del Palacagüina y la lucha de otros -incluido Ortega-) desalojó a la tiranía somocista, pero hoy es su caricatura. “Se partió en Nicaragua, otro hierro candente”, cantaba Silvio Rodríguez. Hierro candente que tomaron Ortega, Murillo y su círculo de poder, creando un estado de terror. Ni el poeta Rubén Darío lo hubiese imaginado. La calle dice: “en tiempos de Tachito se reprimía menos”.

Expertos de la ONU sobre Nicaragua informan que Ortega, Murillo y sus altos mandos cometieron “crímenes de lesa humanidad, con técnicas nazis” en 2018. Ortega se autoaisló para eludir la condena mundial. Solo tiene dos aliados: el déspota venezolano Maduro y el castrista cubano Díaz Canel. Con esos amigos…