Cerrar la puerta a quienes no merecen estar en la Asamblea

Cuando hay escasez de gente competente, preparada y dispuesta a gobernar con honestidad, es más fácil conseguir —con mucho esfuerzo— un puñado de buenos que un montón de mediocres. Igualmente, de poco sirven esos pocos buenos si es que tienen que lidiar con un cúmulo de ineptos cuya especialidad es estorbar.

Con los pretextos de la ‘representación’ y la ‘diversidad’, a los ecuatorianos nos venden la mentira de que en el país sobran los políticos calificados. Nos sumergieron en la ilusión de pensar que mientras más cargos hay, más gente idónea nos representa. El resultado fue lo opuesto.

La consecuencia son las interminables listas para elección de asambleístas y gobiernos locales; en el mejor de los casos, lideradas por ilustres desconocidos; en el peor, por gente de la farándula que jala un puñado de votos, pero sin más mérito político, organizativo o legal que haber logrado viralizar un video o meter un par de goles; de honestidad, mejor ni hablar. La mayoría de gente competente optó por dejar de participar o, sencillamente, renunciar a su puesto; los pocos que se quedaron casi nada pueden hacer para sobresalir entre la masa.

La meta de la reducción de asambleístas contemplada en la pregunta 3 de la consulta no es ahorrar dinero —total, ante el Presupuesto General del Estado, unas docenas de asambleístas y sus asesores representan un gasto insignificante—, sino cerrar la puerta a personas cuya presencia en el Legislativo es nociva. Con menos puestos en juego, los partidos deberán priorizar sus mejores cuadros y las diferencias de calidad, en el Pleno, serán mucho más notorias. ¿Quién tendrá más opción de conseguir articular soluciones para la mayoría: unos pocos sensatos o una gran masa ‘representativa’ pero claramente incapaz?