Cambiar de régimen

Jorge Zambrano Andrade

El sistema presidencialista durante cien años ha causado los mayores fracasos no solo al país, a toda Sudamérica provocando la ingobernalidad de la región. No se puede dudar que el mayor desengaño se debe a la incapacidad política, del presidente, no tiene un rumbo claro, y el gabinete no asume la afinidad necesaria para gobernar al país, es un gobierno fragmentado, producto del régimen presidencialista.

Los problemas de los gobiernos presidencialistas no se presentarían bajo un régimen parlamentario, que por aserto genera gobiernos unificados, el jefe de gobierno se elige por una mayoría absoluta de los diputados. Tiene mejores probabilidades para impulsar programas, reduce los conflictos entre poderes y cuenta con mecanismos eficaces para resolverlos.

Bajo un sistema semejante, se hubieran podido resolver exitosamente conflictos tan graves como los que hemos visto en, Ecuador, Perú, Haití y, desde luego, Venezuela, sin necesidad de confrontaciones callejeras, derrame de sangre y pérdida de vidas humanas.
En Venezuela, hemos visto las enormes dificultades para realizar un plebiscito revocatorio, la gran cantidad de firmas certificadas que se requiere reunir, y las trampas e negaciones jurídicas para acreditarlas o desconocerlas.

En un régimen parlamentario la remoción de jefe de gobierno inepto o abusivo es más sencilla; puede bastar con un voto de censura emitido por una mayoría parlamentaria.
Pero de lo que sí podemos estar seguros es de que el sistema presidencialista simple no funciona, al menos no en condiciones democráticas. Lo hemos atestiguado durante años, los intentos para instaurar un presidencialismo democrático han fracasado una y otra vez, obteniendo democracias frágiles, y presidencialismos autoritarios y corruptos.

Los parlamentarismos modernos en Europa y otros países como India o Japón surgieron mucho más tarde, ya cuando nuestros países se habían comprometido, con el rígido modelo presidencialista. En tanto sigamos aferrados al sistema presidencialista, nuestras democracias latinoamericanas quedarán empantanadas, o de plano se vendrán abajo como ya empezó a suceder en más de un país. Somos, por naturaleza, incapaces de darnos cuenta del problema y del daño causado.

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