La Hora surgió en un momento oscuro del Ecuador. El fallecimiento del presidente Jaime Roldós, el primero de nuestra actual democracia, había sembrado una sensación de temprana derrota y decepción en el corazón de muchos ecuatorianos. La economía atravesaba un momento tremendo, producto de una situación mundial que conspiraba contra las jóvenes democracias latinoamericanas y de un escenario no aclarado que había dejado una dictadura. El malestar se había apoderado demasiado rápido, injustamente rápido, de la población. Al mismo tiempo que intentábamos mantener la demencia homicida de la Guerra Fría lejos de este país, el conflicto con el Perú y el deseo de revancha hacían que ingentes recursos económicos, pero sobre todo la atención de la población y el talento de sus mejores ciudadanos estuviesen enfocados en el nocivo oficio de la guerra contra un pueblo hermano.
El mundo de hoy es diferente, pero no tanto. El cruel magnicidio de Fernando Villavicencio ha hecho tambalear la fe en nuestra democracia. La abrupta transformación del mundo nos ha dejado atrás, al menos por ahora. El miedo y la violencia retumban sobre el país, mientras coqueteamos con el error de creer que se puede exorcizar con más sangre.
Al igual que hace 41 años, La Hora permanece inamovible en su convicción, junto a sus lectores y audiencias, de que aún en las horas más oscuras el futuro será mejor y su historia será digna de ser narrada. Hoy como entonces, aguardamos los nuevos liderazgos, a la altura del mundo y de los retos que imponen las circunstancias.