El gasto público, en un gran porcentaje, no es productivo ni genera valor a la sociedad. El presupuesto base cero busca que se evalúen todas las actividades estatales para ver su aporte.
“Cuando los gobiernos nos dicen que la plata no alcanza y por eso hay que cobrar más impuestos, por eso hay que endeudarse más, la pregunta debe ser: ‘¿estamos recibiendo bienes y servicios que justifiquen el nivel de gasto en el Estado?’; la respuesta es: no”, dijo Pablo Lucio Paredes, director del Instituto de Economía de la Universidad San Francisco de Quito (USFQ), quien, además, explicó que el Estado gasta, en número redondos, alrededor de $100 millones diarios, lo que significaría que cada hogar debería recibir el equivalente de $30 en bienes y servicios durante cada jornada.
Sin embargo, la realidad es que eso no sucede porque gran parte del dinero que se le quita a los ciudadanos, vía impuestos y otras formas, no se invierte de manera adecuada y demuestra la bajísima productividad del Estado.
Mala calificación internacional
Lucio Paredes considera que la elaboración del presupuesto estatal debe partir de un análisis básico: ¿qué tan bien utilizamos los recursos para empujar mejores instituciones, mejor economía y un mejor entorno social?.
Según el índice de eficiencia en el gasto público, elaborado por el Foro Económico Mundial, Ecuador se ubica en el puesto 127 de 136 países analizados. Esto significa que, con una nota de 2 sobre 7, el país tiene un gasto excesivo y no contribuye de manera efectiva a entregar bienes y servicios de calidad y a producir un crecimiento sostenible.
Presupuesto base cero
Gabriela Calderón, investigadora del Cato Institute, explicó que detrás del concepto de presupuesto base cero (establecimiento de cuotas para mejorar el rendimiento de capital ) está un principio sencillo que se enseña en los libros para niños de pre-kinder. Por ejemplo, en los ‘7 hábitos de los niños felices, de Sean Covey se dice: “Empieza con el fin en mente y haz un plan para lograr ese fin”. A veces pareciera que el fin de nuestra clase política es cubrir el presupuesto a como dé lugar, incluso sacrificando el bienestar de los ciudadanos.
Así, si el fin es que cada dólar que invierta el Estado tenga el mayor beneficio para los ciudadanos, todas las actividades públicas deben someterse a juicio; cada uno de los gastos debe revisarse y responderse las siguientes preguntas: ¿cuál es su aporte a la sociedad?, ¿para qué existe?, ¿cuál es su productividad? (JS)
¿Cómo se elabora el Presupuesto General del Estado?
La planificación parte de los niveles gastados el año pasado y se hace un ejercicio de sumar y restar valores sin analizar a dónde va efectivamente el dinero y cómo se está usando.
Ante eso, la opción es que cada año las instituciones justifiquen los recursos que recibirán sin recurrir al camino fácil de decir que eso fue lo que tuvieron antes. Es decir, se parte de cero y se sustenta el porqué de cada cosa.
De acuerdo con Calderón, las fortalezas de esa metodología son: identificar, evaluar y justificar los costos mínimos para cada servicio; identificar gasto en programas obsoletos que son incorporados por inercia, así como también gastos que no son coherentes con los objetivos; eliminar la duplicidad de programas, ministerios o agencias del estado; estructurar todo el presupuesto en base a los objetivos claramente delineados por las autoridades.
La implementación de todos esos procesos toma tiempo y hay límites en sectores prioritarios como salud y educación que deben tener, por ley, aumentos anuales del gasto; pero se debe trabajar hacia un mejor manejo de los recursos públicos para minimizar el despilfarro y la ineficiencia.
“Debemos repensar la cantidad y la calidad de las dependencias públicas, en función de los intereses de la sociedad. Solo para regular a las pequeñas y medianas empresas hay 60 instituciones”. Santiago García, presidente del Colegio de Economistas de Pichincha.