¿Estamos enriqueciendo el conocimiento?

Actualmente, la tecnología permite el veloz acceso al universo del conocimiento, suceso que evoca la materialización de la ilimitada imaginación del ser humano, y el vuelo irrefrenable de su intelecto. ¡Cuán fácil y placentero resulta viajar por las redes y llegar a la información siempre disponible, y que se acrecienta vertiginosamente!

Pero, la inmediatez que nos permite el teléfono móvil (por ejemplo), para comunicarnos y/o llegar a la información, ha trastocado el contacto que normalmente existía entre dos o más interlocutores al momento de una conversación -porque nos dábamos tiempo- haciendo uso de un léxico generosamente explícito y por qué no con ademanes  y una que otra sonrisa, que ha sido reemplazada por la sensación de cercanía a través de la imagen, y tratándose de la expresión oral o escrita -con inusitada premura- de un lacónico texto conformado por monosílabos, códigos o términos ajenos al castellano, que han hecho suyo especialmente los jóvenes, y que ahonda más aún la brecha generacional y su intercomunicación.

Además, los medios de comunicación -con excepciones- no están aportando de manera adecuada en las diferentes formas de expresión, de tal manera que los radioescuchas, televidentes y lectores confíen plenamente en el fondo y forma (sintaxis, ortografía, redacción) del contenido de sus “entregas”, y se nutran en un marco de veracidad, respeto y honestidad; para lo cual, los entes de control que regulan su vigencia, deberían intervenir.

Surge entonces la preocupante incógnita: ¿Estamos enriqueciendo nuestro conocimiento o será solo una ilusión? Más fácil nos está resultando recurrir al dispositivo electrónico (con todas sus opciones, corrector ortográfico incluido), cuantas veces fuere necesario, para “tomar prestado” por un corto instante el conocimiento o para resolver temporalmente nuestras dudas.

Leonardo Cueva Piedra