Calentura presidencial

Hemos visto durante las últimas semanas que el presidente Guillermo Lasso se encuentra en un acelerado proceso de empoderarse de su función. Pero también en dar rienda suelta a sus malos humores, que en el caso de un presidente no pueden traslucir en su forma de gobernar. Todos reconocen que era su derecho pedir aclaraciones e inclusive cuestionar la publicación de un diario sobre sus empresas en el exterior, y, de igual manera, que se incluyese en la misma su punto de vista. No obstante, dejarse llevar por la pasión desenfrenada y destruir su claro mensaje del pasado sobre la libertad de expresión es un grave error y un desafuero. Es de temer el que tenga apenas un círculo del poder absolutamente dependiente y «sumiso», que solo le acolita, lo cual es un grave peligro porque un primer mandatario debe tener alguien que específicamente le haga notar sus errores, no esperar solo malas consecuencias para rectificar. Hasta la venganza, dicen los manuales, debe hacerse con la mente fría.

Manuel Fernando Carpio