Páginas de grandes periodistas

Paul H. Weaver
Paul H. Weaver

Dos clases de periodismo

El diarismo es la tarea de publicar una descripción al día de los acontecimientos cotidianos. No obstante su común denominador, los periodistas varían mucho en cuanto a su enfoque de las fuentes de información, el punto de vista desde el cual describen los acontecimientos, el auditorio al que se dirigen. Estas variaciones suelen corresponder a dos modalidades bien conocidas: la partidista y la liberal.

El periodismo partidista, que prevalece en muchos países europeos y latinoamericanos, tradicionalmente representado en los Estados Unidos por los periódicos de opinión y no por los diarios, parte de un punto explícitamente político. Es un periodismo ideológico. Trata de atraerse un público que comparta sus puntos de vista. Su propósito es interpretar los acontecimientos dentro de ese punto de vista, y obtiene información que permita iluminar y detallar esa interpretación.

El periodismo liberal, que predomina en el mundo de habla inglesa, se caracteriza, en cambio, por su preocupación por los hechos y los acontecimientos y su indiferencia por un punto de vista explícitamente ideológico, que, de hecho, rechaza de manera sistemática. Por el contrario, sus miras son interesar a un auditorio universal, a base de la objetividad de su punto de vista no político y su dedicación a investigar y exponer únicamente hechos, en vez de opiniones.

El periodismo liberal trata de ser una tabla rasa en la cual se inscriban los acontecimientos y la información que van surgiendo. Su principal preocupación es encontrar la mayor cantidad posible de acontecimientos e información, lo que logra acudiendo a las fuentes, personas u organismos directamente involucrados, y de los cuales depende para obtener la información o para confirmar la veracidad de dichos sucesos. A lo largo del siglo XX, el periodismo norteamericano se colocó firmemente en el campo liberal. Para la realización de su ideal -información de hechos sin partidismo- ha sido objeto de dos clases de tensión inherentes al concepto mismo del periodismo liberal.

La primera de ellas es la tensión entre el acceso y la autonomía; entre el esfuerzo por obtener una información más veraz y menos ambigua sobre el mayor número posible de sucesos, y el deseo de conservar un criterio independiente. Esto requiere del más libre acceso a los protagonistas de los acontecimientos, y, a su vez, implica una mayor dependencia de ellos.

La segunda tensión se suscita por el deseo del periodismo liberal de no adoptar ningún punto de vista político, aunque es inevitable que, al describir los hechos, se adopte algún punto de vista (no puede haber observación y descripción si no hay un punto de vista), y ningún punto de vista puede estar totalmente desprovisto de implicaciones políticas.

Para estos complejos problemas, la tradición liberal del periodismo norteamericano ha encontrado una solución igualmente complicada. Entre el acceso y la autonomía, la tradición opta solidariamente, y con la conciencia tranquila, por el acceso. Esta preferencia se refleja no tan solo en la forma en que trabaja el reportero, sino también en casi todas las demás características del periodismo estadounidense, desde la forma en que se redacta una noticia hasta el papel que desempeñan los dueños de los periódicos. Al inclinarse por el acceso, la prensa norteamericana ha concedido prioridad y realidad a su ideal de actuar como tabla rasa y de aumentar al máximo la cantidad de información que ofrece al electorado. El mismo énfasis en el acceso contribuye mucho, aunque sin querer, a la solución del problema del punto de vista. Una tabla rasa en que escriben, primordialmente, las personas involucradas en los acontecimientos, inevitablemente, reflejará su opinión del mundo.

Miembro del cuerpo de editores de la revista estadounidense Fortune y catedrático en la Universidad de Harvard