De series y políticos

Los escenarios digitales y virtuales están llenos de candidatos con sus memes, sus historias para enganchar a los nuevos electores en sus propias plataformas; algunos parecen sacados de una película de clase B que emula a la Guerra de las Galaxias cuando R2D2 proyecta el holograma de la princesa pidiendo la ayuda a Obi Wan.

Y las campañas ahora se parecen más a películas que tienen ínfimo presupuesto y que han sido pensadas por malos guionistas y pésimos directores, con diálogos y parlamentos impostados, más parecidos a los de las telenovelas mexicanas de los años ochenta con una sobredosis de sobreactuación.

Ahora tenemos más memes que candidatos, lo cual indica que la gran comedia política tiene su fundamento en este país, ya que somos capaces de producir y poner al aire, durante un mes y medio, 16 series con personajes bufos, en horario estelar, y hacer que toda la población comente sobre ellos.

Ahora tenemos una gran muestra de cómo hay que aplicar las estrategias de posicionamiento de contenidos para estar en todos los medios y que la gente hable de los personajes: ese es el fin de toda producción transmedia, que salte desde los diversos medios hacia la realidad y el contenido sea un elemento más dentro de lo que la gente habla.

Y es que la configuración de los personajes bufos es impecable, dentro de la estética electoral, en donde no falta el conservador con su Biblia ni el extremadamente libre o el artista que desde la reflexión de sus composiciones quiere cambiar al país.

Esta serie tuvo su estreno multiplataforma bajo el título Debate, para que podamos seguir el hilo narrativo de cada personaje que se va incorporando a la estética de lo grotesco en su plataforma preferida.

Con esta serie 100% ecuatoriana bien podemos estar seguros de que competiremos en notoriedad con la improvisación performática que sucedió la semana pasada en el Capitolio de EE.UU.