Biden

Trump, representante de las derechas radicales neofascistas de Estados Unidos, en su calidad de mitómano y megalómano prepotente, era y es un peligro para la supervivencia de la humanidad, por sus agresiones a Cuba, Nicaragua, Venezuela, Rusia, China, Irán entre otros países, pero Joe Biden, alto representante del capitalismo neoliberal que resultó Presidente electo de Estados Unidos, aunque no con el fascismo de Trump, continuará con su permanente política de injerencia porque ha sido y es protagonista de acciones imperiales que han asolado al mundo y a su propio pueblo.

En 1970 “lideró la lucha contra la eliminación de la segregación en las escuelas”, como miembro del Comité Judicial del Senado bloqueó a dos personas negras designadas para el Departamento de Justicia”, votó en contra de la abolición del anacrónico Colegio Electoral. En 1980, fue “uno de los arquitectos de la desastrosa Guerra contra las Drogas”. Defendió a los segregacionistas y supremacistas blancos. En los 2000 votó a favor de la Ley Patriota, apoyó la guerra en Irak, el apartheid y la limpieza étnica en Palestina.

Biden no es mejor que Trump. Como vicepresidente de Obama apoyó los golpes de Estado contra Fernando Lugo en Paraguay y Manuel Zelaya en Honduras, dinamitó la ‘primavera árabe’, se produjeron los bombardeos israelíes sobre la franja de Gaza con más de 400 niños muertos y 2.400 heridos, apoyó el derrocamiento del presidente Mohamed Morsi de Egipto, impulsó las agresiones y guerras contra Libia, Siria, Yemen, entre otros ataques.

Mientras Estados Unidos continúe en su papel imperial, sea el emperador republicano o demócrata, el mudo siempre estará en peligro. Con razón, Fidel Castro decía: “En Estados Unidos, demócratas y republicanos son el mismo perro con un collar diferente”.