¿Y para la gente, qué?

Entre: tal vez morirnos de coronavirus y seguramente morirnos de hambre, el gobierno ya escogió la primera opción y por esto, con o sin estudios, con o sin preparación, con o sin las necesarias medidas de seguridad, ya todo el país va a pasar de semáforo rojo a amarillo, y posteriormente será a verde.

Inclusive Guayaquil, en donde la pandemia ha causado mayores estragos que en cualquier otra región del país, desde mañana se pasará al color amarillo y, dicho sea de paso, será una buena referencia para conocer cuánto realmente ha disminuido el contagio en el país o si simplemente las autoridades se están equivocando.

Sin embargo, el Ecuador está lejos de declarar el final de la crisis, puesto que queda la emergencia económica que realmente nos asemeja bastante a un incauto sentado sobre un polvorín o, por lo menos, esta es la imagen que hay del gobierno, el cual, desde el paro de octubre, no ha aprendido nada.

La Ley Humanitaria ha pasado a ser una profunda reforma laboral, que no obstante los asambleístas y el Ejecutivo la hayan hecho pasar por legal, parecería más bien profundamente injusta, afectando, los derechos más elementales de los trabajadores y que conllevará, más que reactivación económica, despidos y pobreza.

A la gente se le pide sufrir, porque los hospitales no los atienden bien; se le pide aguantar, porque no se encuentran los cuerpos de sus seres queridos; se le pide paciencia por perder el trabajo; se le pide paciencia al ver que aún existe corrupción sin castigo para los responsables, ni siquiera ahora que se aprovecharon de la pandemia para hacer plata.

Pero la gente no recibe nada a cambio. No recibe facilidades para acceder a préstamos, no se inyecta capital fresco a la economía popular y no hubo, ni hay, una sola política pública que realmente nos ayude. Es más, hoy en día el panorama es negro. Ya son algunos los que piden la salida de uno que otro funcionario, pero parece que la salida debe ser, al contrario, de los funcionarios más altos. Cada día se ha vuelto otra oportunidad para defraudarnos.

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