Pesadilla

Gabriel U. García T.

La soberbia humana sobrepasó cualquier límite. Reagan pensó instalar armas en el espacio. Buscamos vida en otros planetas, con la ilusión de no ser los únicos. Desciframos el genoma humano, clonamos seres vivos, exploramos la partícula de Dios, el famoso bosón de Higgs. Planeamos la primera colonia en Marte. Las comunicaciones dejaron de ser un problema. Expusimos nuestra vida a través de redes sociales. El avance de la tecnología permitió que estuviéramos, en cualquier parte del mundo, en cuestión de horas.

Pero, esa facilidad, fue aprovechada por pequeños seres que, creímos, no podían derrotarnos. Fue el viejo coronavirus que trajo al mundo una nueva variedad, para la que no estamos listos. Produjo la parálisis completa del planeta en menos de tres meses. Y es solo el comienzo.

Al Ecuador llegó escondido. Nunca mostró su pasaporte. Mientras nos entreteníamos en eventos públicos, incluido un partido de fútbol en el estadio del Barcelona, una fastuosa boda en Samborondón, o un concierto popular en Cuenca, él invadía, poco a poco, los cuerpos de los ecuatorianos.

Ahora demuestra su poder. Cuando escribo estas letras, enfermó a 3.465 personas, mató a 172 seres humanos y otras 146 muertes, posiblemente, también fueron de su autoría. El Estado realiza inmensos esfuerzos, que no son suficientes, para levantar los cadáveres y sepultarlos de manera digna.

Para colmo, también aflora la miseria humana. Políticos que quieren desestabilizar, para pescar a río revuelto. Otros que ven, en la tragedia, la oportunidad de mostrarse en cámaras, lucirse ante la gente, para ganar votos.

Pero, también, en medio de esta pesadilla, empezamos a ver personas que se recuperan, gente que se solidariza con los más pobres, cuando, desesperados, exhiben una bandera roja, pidiendo ayuda. Solo el pueblo salva al pueblo. (O)

@gulpiano1