Un escritor latino en el cementerio de Père-Lachaise

AUTOR. Iwasaki es historiador y actualmente imparte clases en la Universidad Loyola Andalucía. (Foto de Cortesía)
AUTOR. Iwasaki es historiador y actualmente imparte clases en la Universidad Loyola Andalucía. (Foto de Cortesía)

El escritor peruano Fernando Iwasaki nombró su más reciente antología de cuentos en honor a una pequeña reproducción del Escudo Nacional de Ecuador, esculpida sobre la tumba de un joven compatriota, quien reposa en la misma tierra en donde se consumen los restos de Molière, Proust y Balzac.

El prólogo de ‘El cóndor de Père-Lachaise’ narra el íntimo encuentro de Iwasaki, un migrante Latinoamericano que ha echado raíces en España, con la tumba de un ecuatoriano de 16 años por completo desconocido, en el cementerio más grande París, Père-Lachaise.

La misma nostalgia que le despertó este encuentro –por una tierra que su abuela guayaquileña le enseñó a amar como su segundo hogar– lo trae de vuelta con los ocho cuentos que recoge en esta publicación.

Luego de presentar la obra en Guayaquil, como invitado a la feria Libre Libro, organizada por la Universidad de las Artes, Iwasaki llegará el 26 de julio a la capital. Compartirá con sus lectores historias que fueron escritas en distintos momentos (la más antigua, ‘Otra de Mefistófeles y el Andrógino’, apareció en 1991): una muestra sucinta, descarada y divertida de la escritura de uno de los genios de la narrativa latinoamericana.

El encuentro se celebrará a las 18:30 en la Librería Rayuela, con entrada libre.

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En los cuentos hay una constante al hablar del erotismo y el amor sin distinción de género de forma natural. ¿Hubo la intención de hacer énfasis en esta temática al escoger los relatos?
Surgió la posibilidad de elegir estos cuentos porque formaban parte de una colección de textos que no estaban incluidos en ningún libro. Resulta que siempre un buen lector es capaz de ver los puntos en común con toda la colección. Sin proponérmelo, me doy cuenta de que de verdad es uno de los aspectos que hay en común en los cuentos de este libro.

Habiéndolas escrito en diferentes épocas, ¿qué otro aspecto vio en las historias para volverlas una sola colección?
Los experimentos con el habla. Hay personajes que hablan como andaluces, otros como mexicanos, otros como costarricenses, otros como peruanos. Me interesa trabajar con las palabras, con las diferentes hablas del español y eso también está presente.

En ‘La española cuando besa’ hay notas del traductor. ¿El cuento lo escribió primero en inglés?
No, es un cuento que está escrito para que alguien piense que, efectivamente, hay una historia original en inglés. Este es un recurso literario muy utilizado. Jorge Luis Borges lo usaba mucho y me divertía que esta historia tuviera esas notas del traductor, porque se supone que, así como ‘La española cuando besa’ es una mujer que contempla una escena y decide intervenir en ella, parece que el que cuenta esta historia es alguien que también ha estado mirando y la vuelve a contar. Ese juego de voces me interesaba.

Hablando de Borges, que es también una presencia en su libro, ¿Hasta qué punto ‘Los naipes del tahúr’ se basa en una experiencia real?
Los personajes citados en el cuento son todos reales, hasta las personas que estamos reunidos en la librería, y todos somos amigos de Abelardo Linares, librero poeta y editor sevillano que protagoniza esta historia.

El argentino Manuel Forcada Cabanellas existió y también esos volúmenes empastados de la revista Grecia. En efecto, Abelardo Linares encontró ese baúl y dentro había muchísimos manuscritos, algunos incluso de Borges, aunque ninguno era ‘Los naipes del tahúr’.

Un cuento que rompe con el resto es ‘El beso de la Mona-Mujer’, que es un relato fantástico.
Me hacía ilusión escribir sobre los temas que aparecen ahí: un país que conozco bien, que es Costa Rica. Un mundo que conozco bien, que es el del flamenco, porque trabajé 20 años con artistas que viven del flamenco.

Y luego, está de por medio el elemento fantástico. Hay una parte de ese cuento, cuando el detective dice que le parece justo que en España haya niños que se asustan con los monstruos de las historias que les cuentan las chicas latinoamericanas que los cuidan.

Eso es real. Hay jóvenes peruanas, ecuatorianas, bolivianas, venezolanas que cuidan niños españoles y les cuentan las historias que por las noches nos contaban aquí. Les hablan del Tin Tín, el Muki, el Chullachaqui, la María Lionza. Y que haya un niño europeo asustado por un demonio de la selva ecuatoriana me parece muy literario.

En el epígrafe del libro, dedicas la obra a escritoras ecuatorianas.

Este es un momento extraordinario de la narrativa ecuatoriana y las dos autoras más visibles no aparecen en la dedicatoria: Mónica Ojeda y María Fernanda Ampuero. Dos autoras a quienes conozco, leo y admiro. Me parece maravilloso que ahora tengan tantos lectores y reconocimiento.

He querido, en cambio, dedicárselo a otras escritoras a quienes también quiero y admiro: Gabriela Alemán, María Fernanda Heredia, Aleyda Quevedo y Marialuz Albuja. Las conocí en diferentes etapas de mi vida y siempre leyendo. De todas ellas he leído sus libros y me parece que son estupendas escritoras. Me parecía importante hablar de mis hermanas de letras en el Ecuador de mi vida.

¿Crees que la visibilidad que se les da a las escritoras es exclusiva para quienes han publicado fuera del país?
En este momento, si pensamos en la literatura Latinoamericana, todos los nombres que se me vienen a la cabeza son de escritoras. Esto es algo que nunca había ocurrido. En la generación de autoras de mi edad, es decir quienes tienen cincuenta y tantos, hay todavía una mayoría de varones, pero a ese grupo pertenece Gabriela Alemán, la mexicana Cristina Rivera Garza, la argentina Claudia Piñeiro.

Pero si descendemos a la generación siguiente, allí la hegemonía es abrumadora. Está un grupo de chilenas maravillosas, Alejandra Acosta, Lina Meruane, Andrea Jeftanovic. En argentina está Samanta Schweblin, que me parece la mejor escritora en lengua española en este momento.

Eso es una maravilla. No hay manera de escamotear el mérito y el valor que tienen. Muchas no deben irse para ser reconocidas. Valen por lo que son y también por lo que representan. (AA)

FRASE

Me ha resultado conmovedor presentar el libro en Guayaquil, durante el homenaje a Medardo Ángel Silva, un joven que falleció tempranamente como Juan Martín Icaza, cuya tumba está en París”. Fernando Iwasaki, escritor.