Murió en su ley

Estoy triste porque, a sus 88 años, Julio Cesar Trujillo tenía más fortaleza que uno de 40. Lo conocí allá por 1979 en las luchas por Roldós y Hurtado y siempre fue un buen ecuatoriano que, sin tacha, entre otras funciones fue escogido para liderar el Consejo de Participación Ciudadana y Control Social transitorio. Ese Consejo había sido objeto de muchas críticas por su comportamiento devoto a Rafael Correa, quien lo prostituyó inmisericordemente. Obedeciendo lo dispuesto por el pueblo en la Consulta Popular, Trujillo empezó a ‘barrer’ la suciedad correísta, hasta que el tiempo se le acabó y debió entregar el mandato a los Consejeros definitivos el 14 de mayo. No lo pudo hacer por ineficiencias inherentes al CNE solucionables en tres días. Fue suficiente para que exaltados correístas, heridos por la purga de Trujillo, alteren la tranquilidad ciudadana y pretendan agredirlo, como lo hace diariamente por redes sociales ese pelafustán fugitivo de la justicia, que desde Bélgica respira por la herida y aspergea diatribas contra el mundo. Su viejo organismo no resistió y murió peleando contra el deshonor e ignominia que imperó en la década podrida de Correa; es decir, Julio César Trujillo murió en su ley, como sueña sucumbir aquel escalador que no atisba otra cosa que otra montaña para ser conquistada. Paz en su tumba, hombre digno de la patria.

Carlos Mosquera Benalcázar
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