La maldición de Teofilo

BYRON BURBANO MORENO

En uno de esos aciagos días latacungueños, en medio del drama de la inseguridad, de presuntos candidatos a la alcaldía y de estancada situación económica financiera, llegó Teófilo, envuelto en una auréola de sabiduría, como hace cientos de años había llegado el judío errante para dejar a nuestra ciudad marcada con el signo de la tragedia, como cuenta la leyenda.

Desde aquellos tiempos Latacunga ha sufrido la maldición de los incas, los mitimaes, los españoles, los extremistas neoliberales y los comunistas. Las maldiciones que nos aquejan en el siglo XXI son el mal llamado Centro de Rehabilitación Social, la emergencia del 15 de agosto de 2015 y los malos gobiernos autónomos descentralizados del cantón (entiéndase: burgomaestres, munícipes, funcionarios y técnicos, algunos de mala o escasa formación que contaminan y paralizan) .

Ahora, Teófilo y sus promotores, han vuelto a Latacunga, él como el nuevo judío errante, que viene desde la isla perdida en la que quedan las huellas de grandes construcciones, columnas y murallas destruidas. Vuelve Teofilo como el sembrador de vientos, tormentas y tragedias, como el nuevo profeta del desastre. Nos mira, acongojado, como sobrevivientes desesperados de la erupción que no se produjo y que en su egregia sabiduría académica y científica, habría dejado cien mil muertos, la ciudad transformada en cementerio e invadida de pestes y alacranes por culpa del Cotopaxi que debía erupcionar para confirmar sus profecías.

Teófilo ha vuelto para recordarnos que LATACUNGA está en zona muerta y que tiene escondido en su sombrero de mago la solución a todos los problemas de la urbe producidos por la erupción del Cotopaxi que cree que ya ocurrió al ver a la ciudad como está. Su enorme predisposición para salvar la ciudad solamente costaría 200 ó 300 millones de dólares.

Diógenes “El Cínico” molesto, desde la Acrópolis de Atenas, le pide a Teófilo que calle y corra de Latacunga porque la ira y descontrol pueden desatarse violentamente contra charlatanes y embaucadores como Teófilo y los que ya mismo aparecerán como espontáneos candidatos redentores.