¿Consulta popular?

La clase política parece incapaz de sostener la estructura institucional, regulaciones y otra legislación del Estado. Menos, mantener cierta empatía con la ciudadanía para intentar resolver problemas acumulados durante la pandemia como la hambruna y desempleo. Es increíble que se repitan clanes de mediocres y perezosos con sueldo en la Asamblea que junto a contratistas codiciosos actúan como parásitos para detener la reactivación económica. Movimientos políticos convertidos en organizaciones clientelistas que se resisten al cambio por favorecer su confort y proteger los intereses particulares de sus integrantes.

Un fenómeno legislativo de desidia, corrupción y despilfarro heredado que mantiene secuestrado al novel gobierno de Guillermo Lasso. En cambio, éste tendrá que combatir contra la plaga anodina de la ineptitud con un sufragio popular tempranero. No obstante, ¿qué se le puede preguntar a un pueblo indignado, asaltado y agotado? ¿Cadena perpetua para corruptos, sicarios y violadores, más populismo penitenciario y la flexibilidad para usar armas ante la inseguridad en las calles y hogares? ¿El pago por hora de trabajo y menos impuestos? ¿El precio de los combustibles y la eliminación de subsidios? ¿Cómo organizar un país sin minería metálica y cuidando las fuentes de agua? ¿Cuándo regresar la mirada al campo: a la siembra y la cosecha? ¿Y, cuánta más deuda con China, Rusia o EEUU?  ¿FMI, la banca mundial y los multilaterales? Acaso, ¿algo distinto; no consultado ni imaginado?

Pero fuera de eso, el mensaje central nace del enredo jurídico creado para beneficiar al crimen organizado a través de la Constitución de Montecristi, 2008. Esa legislación perversa instaurada durante el autoritarismo de Rafael Correa para fragmentar grupos y dividir familias. De ahí, la solución efectiva con carga de pesimismo: volver a la Constitución de 1998 sin más. Una respuesta a la angustia recurrente de la vulnerabilidad jurídica e impunidad de delitos. Una carta legítima que garantiza: respeto ciudadano, protección de derechos y realización del trabajo digno expuesto en referéndum. En palabras de José Saramago sería una propuesta de pesimismo que puede cambiar el mundo, pues cuando hay optimismo desbordante, los involucrados relucen conformes con lo que hay.

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