Emocionante festival sabatino

Festival. Los aficionados prácticos a la hora del paseíllo. (Foto: Andrea Grijalva)
Festival. Los aficionados prácticos a la hora del paseíllo. (Foto: Andrea Grijalva)

Por: Santiago Aguilar

Un centenar de personas se arremolinaba en el estrecho patio de cuadrillas de la plaza de toros de Riobamba, tratando de llegar hasta cada uno de los aficionados prácticos que, minutos antes, protagonizaron un estupendo festival taurino lleno de emociones y, a momentos, toreo del bueno.

El sol radiante del mediodía andino, las zigzagueantes gotas de sudor y la alegría iluminaban los rostros de los toreros que, exultantes, recibían felicitaciones, apretaban manos, encajaban abrazos y acogían uno que otro beso; al tiempo que las secuencias de las faenas se registraban en sus memorias.

Es que el festejo resultó bordado con un sobresaliente resultado artístico merced al comportamiento de los novillos y al quehacer de los aficionados ,que se prodigaron en el dorado redondel de la Plaza Raúl Dávalos en un espectáculo gratuito, con acierto incluido en el serial.

La emoción crecía en el abarrotado patio, mientras que, como muchos otros, María de los Ángeles descendía apurada por la delgada escalera que conecta el graderío de la plaza con el callejón y a este con el rectangular recinto en que se llevaba a cabo el cálido cuadro; su idea, llegar hasta los toreros.

Entre voces, disculpas y algún cuidadoso empujón, la aficionada accedió al centro de la escena para, uno a uno, entregar a los actuantes un billete acompañado de su reconocimiento “por los momentos vividos”, decía. “La entrada fue gratuita y yo debo agradecerles”; repetía ante la perplejidad y emoción de quienes recibieron esta inusitada y sinigual expresión de gratitud que sintetizó de buena forma lo ocurrido en la arena.

El recuento anota las palmas que recibió por su esfuerzo el mexicano Pedro Pinsón, la oreja con que se premió a su paisano Patricio Pons por una inteligente faena; la vuelta al ruedo de José Ponce, tras un pausado quehacer; el doble trofeo de Juan Sebastián Roldán, por su calidad muletera;las dos orejas recogidas por Gonzalo Dueñas, por buscar el toreo puro; la vuelta al ruedo de Matías Acosta, por su juvenil afición y, apunta también, el inolvidable gesto de María de los Ángeles.