Navidad

Termina el 2020, un año trágico en la historia de la humanidad, que deja una huella de dolor y angustia. A la vez, es una oportunidad para que pueblos y naciones reflexionen sobre el desarrollo de la civilización en el excepcional planeta que han poblado por millones de años; cuando hoy enfrenta graves amenazas y riesgos catastróficos. Bien se habrían podido evitar, o al menos atenuar, si la lucidez y visión de futuro hubiese guiado las conductas de los mandatarios de los Estados, especialmente de las potencias que, contra toda lógica, nuevamente afinan sus arsenales nucleares en una competencia irracional por la supremacía, aunque han sido incompetentes para gestionar una crisis, advertida con antelación, como la provocada por la Covid-19.

En estos días aciagos, en los que millones de familias lloran a sus seres queridos víctimas de la mortal pandemia, es cuando mayor sentido y valor adquiere el recuerdo del día feliz cuando, en un portal de Belén, nació Jesucristo, el Redentor. Siendo hijo de Dios, escogió para nacer un pesebre y trajo al mundo un mensaje de humildad, de amor entre todos los seres humanos, aceptados como hermanos, sin distingos de raza, género o fortuna; de tolerancia y respeto, para quienes creen y piensan distinto; de entrega de quien ha venido al mundo a servir, no a ser servido; de valor al retar a que lance la primera piedra el que se crea libre de pecado; de generosidad, al lavar los pies de los mendigos. Y así tantas otras lecciones de vida importantes hoy, cuando la crisis amenaza con impulsar las conductas humanas en sentido contrario.

La celebración de las festividades de Navidad e inicio de un nuevo año, encuentra al Ecuador sumido en una de las mayores crisis de su historia: económica, política, moral y social, a la vez que enfrentado a un período electoral, para elegir a las autoridades del Ejecutivo y Legislativo. Es imprescindible que, en estas particulares condiciones, se exija a los candidatos la presentación de planes serios, debidamente estructurados, en los que se planteen soluciones factibles, no demagógicas, a las acuciantes demandas, especialmente de los más pobres y vulnerables, en el espíritu solidario y fraterno del mensaje navideño.